miércoles, 5 de marzo de 2014

La última letra, el último te quiero.

Él no era el típico chico que todas las chicas buscan, ese que conoces y lo último que se te pasa por la cabeza es enamorarte. No puedo hablar de su forma de caminar ni de como se perdía entre las miradas de la gente, pero sabía como calarte, dejarte huella sin poner un dedo encima. Adoraba su forma de hablar, de reír, y no porque fuese bonita sino porque venía de él. Que le he visto desde reírse de la gente hasta darlo todo por quien merecía la pena. No era el típico de un buenos días diario y se podía ir muchas noches sin deseartelas, pero estaba ahí. Llegué a encontrar el apoyo que necesitaba, sabía como escuchar, sabía quererme y joder, sabía como hacerme reír con esas estupideces que solo podían salir de él. No voy a mentir, adoraba hacerle enfadar, me gustaba que me hiciese sentir especial, la única entre tantas. Tenía sus días imposibles, como todos, y días en los que no esperaba hacer otra cosa que hablar con él. Desde pasivo hasta estresarse por la más mínima tontería. Va de duro sí, seguro de sí mismo y nadie sabe como se rompe cuando se lo propone. El orgullo por las nubes y la autoestima por los suelos. Me conocía sus límites y cuando estaba de más. Que me gané el título, que era mío y de nadie más. De noches imposibles a noches infinitas, de esas que marcan, de las que gustan. Me enamoré de cada parte de su ser, de como éramos uno, que de eso se trataba, de él para mí y yo para él. Cansada de decirles que eres la única persona que podría hacerme feliz de todo el universo y joder, ¿sabes lo grande que es? Y que hoy me encuentro aquí, con más de 7 meses de recuerdos a las espaldas, con sus 210 días y sus más de 5000 horas, que compartimos infinitas y te perdí en tan solo un segundo.

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